En la entraña, en el tuétano, en el corazón

Han pasado muchas semanas, algunas invernales, otras primaverales, desde que reporté mis andares peripatéticos. Trabajé mucho, viví mucho, leí mucha filosofía, algo de literatura y no escribí casi nada, ni en el blog, ni en mis cuadernos personales, sólo en los académicos, para mis seminarios, tutorías y dirección de tesis.

Pero he procurado mantenerme atento a los ritmos de Natura naturans. Vi florecer a los cerezos, las azaleas y las wisterias; desde mi cama escuché el canto del mirlo madrugador, el llamado de los gorriones al alba y el canto del cardenal al amanecer; vi la llegada al Lago Prospect de las golondrinas, las garzas blancas, los cormoranes, los garzones azulados y un águila pescadora; sentí frío y calor en el cuerpo, lluvia y sol en la piel.

Y me enfermé. Me resfrié por primera vez desde octubre del 2019. Acá estoy, a punto de viajar al trópico, estornudando, tosiendo, respirando por la boca y sintiendo al mundo a través de una burbuja de confusión sensorial.

Pero, sea como sea, respiro y siento. Vivo. Y en la entraña, estoy en paz; en el tuétano, saludable; en el corazón, feliz.

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