Hoy el río Agujas me regaló una buena jornada de observación de aves. En realidad, siempre ha sido así. Desde junio he visto gran variedad de especies al recorrer sus márgenes e islotes y vadear sus bajos. Pero hoy fue especial, pues vi muchas especies de aves de humedal.
Por las fortísimas lluvias de ayer, el río traía más agua, barrosa. Quizá esto atrajo más especies de garzas y garcetas. No lo sé. Pero hoy vi juntas garcetas tricolor (Egretta tricolor), azules (Egretta caerulea) y níveas (Egretta thula); garzas blancas (Ardea alba); íbises blancos (Eudocimus albus); y un cigüeñón (Mycteria americana).
Percibí sus comportamientos y vi escenas inusitadas. Los íbises eran los más gregarios; el cigüeñón el más solitario. La garceta tricolor prefiere pescar sola; las azules andan juntas; la nívea es la más agresiva para alejar a las otras.
Y todas juntas rodearon a un caracara cabecigualdo (Milvago chimachima) que comía carroña en un playón en la ribera. Esto me pareció extrañísimo. ¿Qué hacía en el río? ¿Comería un pez muerto? No logré discernir.
El caracara de pecho, muslos y garras poderosos se impuso y alejó a la garzada. Cuando se satisfizo, alzó vuelo y las garzas e íbises se acercaron de nuevo al playón. Entre estos hubo una disputa y el más adulto la ganó y engulló un langostino fresquísimo.
Entre estas y otras escenas pasé la tarde, mientras escuchaba el rumor del río. Me sentía feliz y en paz. Y estaba alegre, además, pues siento que voy desarrollando instinto para encontrar buenos puntos de observación en el Pacífico Central, sobre todo en estuarios y humedales.
Contento, salí a la desembocadura del río y a la playa. Contemplé el atardecer y di gracias a la Vida.
Ahora canta la noche. Acaba de temblar fuertemente la tierra. ¿Dónde sería el epicentro? Y una enorme Luna llena se asoma entre cirrocúmulos e ilumina a La Libélula.
Daniel G. Campos 