Se suceden los días y las noches primaverales y en cada momento, cada detalle, percibo un renacimiento neoyorquino, natural y social.


El renacimiento social todavía lo estoy viviendo y ponderando. Al primero lo impulsa Natura Naturans. Se manifiesta como Natura Naturata en los brotes y florecimientos de azafranes, magnolias, cerezos, forsitias, perales, azaleas, narcisos, jacintos, cornejos y amores del Canadá.





También se expresa en el regreso al lago de patos chorizo, cabeciverdes, arcoíris y cuchara, garzones azulados, garcetas grandes, cormoranes orejones y dos magníficas águilas pescadoras.


Lo escucho el retorno al bosque de tordos alirrojos, cardenales, mirlos petirrojos, ruiseñores, pájaros gato gris y pinzones mexicano, entre muchas otras especies. Un mirlo migratorio me canta, cada amanecer y cada anochecer, desde el sicómoro que ya retoña al frente de mi ventana. Me recuerda a sus primos, los yigüirros, cuando cantan en abril y mayo en Costa Rica.


Y lo identifico con la salida de la Luna llena sobre la arboleda a orillas de Prospect Lake. El sábado presencié esa irrupción del resplandor lunar en el cielo cobalto, sobre las aguas índigo. Acompañado solamente por cisnes y el viento, yo mismo sentí que mi ser azulado renacía ante la luz de Luna.
