Soy león de fuego. Sediento a medianoche, bebo el reflejo de la luna sobre el lago con sorbos ávidos. No me sacío.
Quiero saltar al cielo y alcanzar a Selene, mirarla de frente para que ilumine mis ojos dorados con su halo divino, rugir en su oído al rasgar sus ropas níveas, acariciar su espalda con mis garras, morderle el cuello sin clavarle los colmillos, besarla y disfrutar el encuentro de la calidez de mi aliento con el frescor del suyo, lamer sus muslos, su vientre, deleitarme con su intimidad, aruñar su pecho para saborear su sangre al brotar cálida y espesa, abrir el mío para darle mi corazón mientras devoro el suyo, y rugir juntos; luego, descansar en su silencio.