Ha llegado la estación seca a Tárcoles de Garabito, Puntarenas.
En La Libélula, nuestro pequeño y amado territorio, los pochotes y las carañas han botado todas sus hojas. Los robles de sabana, almendros y el cenízaro las están soltando poco a poco.


Se observan y escuchan menos insectos, excepto por las chicharras diurnas y los grillos nocturnos. Los anuros se han refugiado y guardan silencio. Los pastizales se secan. La tierra arcillosa se agrieta.
Pero la copa de la caraña está tupida de frutos que atraen a diversas especies de aves, residentes y migrantes. Hemos observado más de diez especies compartiendo la copa al alba, antes de la salida del Sol, incluyendo periquitos frentinaranja, piquigruesos pechirrosa, tángaras veraniegas, elainias copetonas y tiranos tropicales.

Los frutales como el mamón, el limonero, la guanábana y los mangos continúan frondosos. Los jícaros sostienen aún sus frutos.


Se escuchan las voces de tortolitas, palomas incas y aliblancas, halcones, carpinteros de Hoffman, botijones, tijos y tordos cantores, entre muchas otras.

Los amaneceres son frescos y luminosos; los atardeceres, coloridos y pacíficos.

Y en días gentiles como hoy, se siente en la piel y se percibe el murmullo de la brisa mientras el Sol fulge en el cian Divino.