Avanza la estación seca en Tárcoles. Hoy al atardecer, al concluir el día de trabajo, caminé por La Libélula para saludar a los árboles de dos especies nativas de este territorio, el trópico seco: los robles de sabana (Tabebuia rosea) y el cenízaro (Albizia saman).

Las robles ya han comenzado a florecer: se van tupiendo de manojos rosados. Y la copa redondeada del cenízaro se cubrió de frondas tiernas, de un verde claro.

A ambas especies de árbol llegan aves residentes y migrantes. En la copa del cenízaro hoy vi un cuco ardilla de plumaje bermejo y larguísima cola abierta como abanico (Piaya cayana), un carpintero de Hoffmann macho, de corona roja y nuca amarilla (Melanerpes hoffmannii) y una reinita amarilla (Setophaga petechia), aunque no distinguí si era la migrante de listas rojas en el pecho o la residente, toda amarilla.

En el roble vi la silueta de aves negras pero no distinguí si eran tordos cantores (Dives dives) o zanates tornasolados (Quiscalus mexicanus).

Y esto sucedió en un ratito de observación y contemplación. ¿Cuántas aves habrán pasado por allí mientras yo miraba la pantalla del computador?
Gracias a la Vida, disfruté al atardecer de estos grandes árboles, dorados por la luz oblicua del Sol, y sus visitantes alados.