Azules al amanecer

Aurora asomaba su rostro de rubores suaves y delicados por encima del Cerro Turrubares.

Yo contemplaba el cian e índigo en el cielo oriental antes de la salida del sol.

Respiraba profundo, sonreía y disfrutaba de la paz del amanecer sabatino después de una semana ardua.

Una pareja de viuditas o tángaras azulejas (Thraupis episcopus) se posó en la copa del árbol de mamón para acompañarme. Sus cuerpitos azul grisáceo se parecían a las montañas. Y sus alas de dos tonos – celeste y añil – se asemejaban al cielo.

Oráculos divinos, tótems naturales, me anunciaron que este sería un sábado azul sereno, azul tranquilidad, azul contemplación.

Ahora estoy acostado en la hamaca nicaragüense tejida en tres tonos azules.

Observo mi entorno, respiro, sonrío y contemplo. Obedezco a los oráculos. Y mi fe se ve premiada.

Una bandada de media docena de urracas copetonas (Calocitta formosa) visita La Libélula. Ángeles tricolores – blanco, negro y azul marino – vuelan del mango al almendro y al nance.

Su plumaje azul resplandece bajo el sol que ya se ha elevado al oriente. En la quietud azul de mi alma, recibo su belleza.

5:27 a.m.
5:35 a.m.
5:45 a.m.
Hamaca deliciosa: 9:15 a.m.

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