Atardecer puntarenense

La luz vespertina ya doraba los troncos de los árboles y el pasto de los campos vecinos a nuestra parcela en Tárcoles. Subí a la torre del tanque de agua a observar el Cerro Turrubares hacia el este. El sol se ponía tras la colina a mis espaldas y sus rayos teñían de lila las nubes sobre la cima del cerro. Las nubes más altas se tornaban púrpura y azul profundo.

Pensé en el azul del océano y giré en dirección al Pacífico. Sin esperarlo vi un resplandor dorado cubriendo todo el cielo occidental. Me emocioné.

Bajé de la torre y caminé hasta un punto al pie de la colina en el que podría observar el horizonte hacia el poniente con mayor amplitud.

Allí observé al cielo puntarenense pintarse de amarillo, naranja, magenta y lila. Ante tal belleza mi corazón cantó una oración de agradecimiento y bendición.

Bendije a les puntarenenses, a las personas que les sirve y les cuida, y a la Naturaleza que les acoge y regala su belleza y generosidad. Pedí prosperidad, paz y bienestar para ellas. Les envié mi amor pleno y vital.

Y yo mismo agradecí por el instante de paz interior al atardecer.

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