Hoy Maya se fue a la luz, como dicen mis hermanas. Quizá a la luz gentil de los amaneceres, o la dorada de los atardeceres, en Tárcoles, donde creció en La Libélula.

Cuando supe que se fue, me quedé un poco desorientado en Brooklyn, sin saber qué hacer: si caminar por el parque, leer en un café, quedarme en silencio en casa.
Al final, decidí ir a la Biblioteca Mina Rees del CUNY Graduate Center en Manhattan. Últimamente voy los viernes y sábados a leer pues me gustan las vistas de la Quinta Avenida y el Empire State Building a través de los ventanales de la biblioteca. Además el silencio y la compañía de estudiantes desconocidos que encuentro en la sala de lectura me ayudan a concentrarme.
Pero hoy presentía que no iba a leer ni escribir filosofía, sino que buscaría poesía que me consolara. De hecho, por breves instantes al llegar pensé que leería a Rilke. Pero cuando busqué los anaqueles de poesía, de inmediato lo sentipensé: leería a poetas románticos ingleses, a Wordsworth, Keats y Shelley. Han sido mis amigos por muchos años. Encontré una antología de poesía romántica editada por W.H. Auden y me puse a leer.
Empecé por disfrutar la sabiduría de “Ode: Intimations on Immortality” de Wordsworth, sobre todo los versos al final de la oda. Al recitarlos en voz baja me brotaron lágrimas abundantes.
Though nothing can bring back the hour
Of splendour in the grass, of glory in the flower;
We will grieve not, rather find
Strength in what remains behind;
In the primal sympathy
Which having been must ever be;
In the soothing thoughts that spring
Out of human suffering;
In the faith that looks through death,
In years that bring the philosophic mind.
Fue un desahogo importante. Después pude leer a Keats. Pero les dejo con los versos de Wordsworth.
Cuando oscureció decidí caminar un poco por Manhattan, bajando del Midtown hacia NoHo a lo largo de la Quinta Avenida y luego Broadway. Pasé por sitios que hace mucho no visitaba: Madison Square Park, Flatiron Building, Union Square, Strand Bookstore y Grace Church. La caminata me regaló el anonimato, la posibilidad de observar gente y movimiento para el desahogo.
Maya se fue a la luz.
