He estado observando zompopas. Me gusta la forma en que trabajan en silencio, cortando hojitas para llevarlas al hormiguero, guiándose por el olor de rastros químicos. Una de ellas, al acarrear una semilla de roble de sabana a su hormiguero, me regaló una visión esperanzadora.

Las semillas del roble de sabana tienen adherida una membrana en forma de hélice. Cuando los vientos de la bajura soplan en marzo y abril, las semillas vuelan como helicópteros por el aire y caen con gracia al suelo a gran distancia del árbol. Siempre que puedo admiro su vuelo y me complace ver las semillas esparcidas por los recovecos de La Libélula, nuestra parcela familiar en Tárcoles.

Esta semana me sorprendió una escena inusitada. Observé a una zompopa acarrear una semilla de roble hasta el hormiguero. La cargó en su dorso, superando obstáctulos con paciencia, hasta llegar a la entrada de uno de los túneles del hormiguero, en un terraplén al pie de un árbol de mango. Al intentar ingresar, tuvo dificultades porque las membranas de la semilla tenían mayor envergadura que el diámetro del túnel. Pero no desistió. Intentó varios ángulos de ingreso, hasta que logró penetrar el túnel con la semilla al dorso.

No la vi más. Me permití pasar de la percepción a la imaginación. Visualicé el interior del hormiguero, lleno de túneles que oxigenan la tierra. Imaginé que quizá la hormigota colorada no lograría llevar la semilla hasta el nido donde los residuos orgánicos se descomponen para nutrir al hongo que a su vez alimenta a la colonia. Pero la zompopa ya habría sembrado la semilla en la tierra.

Imaginé que esa semilla germinará y pronto brotará un pequeño roble. Quizá, si lo fortalece Natura Naturans con lluvias y nutrientes, crecerá. Y algún día será un gigante que se tupirá de follaje en estación lluviosa, florecerá en febrero, esparcirá semillas en marzo y abril y en todas las estaciones le ofrecerá abrigo y descanso en su copa a zanates cantores, soterrés nuquirrufos, lapas rojas, periquitos barbinaranjas, caracaras, halcones y otras aves que abundan en la región.
Cuando eso suceda, todo lo presente habrá pasado. Yo también habré pasado. Seré tierra. Permanecerá el Amor, como el de la zompopa por su colonia, como el de la semilla por la tierra que le nutre, como el de las aves por el árbol que las alberga. Y el impulso vital de la Naturaleza continuará.