Domingo en San Miguel de Allende, Guanajuato. Ha oscurecido. La hermosa Venus fulgura al oriente. Luna bella, casi llena, asciende como una perla en el cielo nocturno al occidente. En la Plaza de los Insurgentes, el Buena Vista Social Club da su concierto de boleros y sones cubanos. La gente canta y baila. En mi corazón, mi Musa canta y baila conmigo.

Lunes en Guanajuato, capital del estado rico en plata. He caminado por callejones empedrados entre casas de diversos tonos de azul, verde, amarillo y rojo. He admirado teatros, palacetes y templos barrocos y neoclásicos, siempre con detalles criollos. He descansado en las bancas de hierro del Jardín de la Unión, bajo árboles podados para darled sombrar y frescor.
Ya ha anochecido. En la triangular Plaza de la Paz aguardo la salida de la Luna llena. Una joven universitaria y un señor jubilado la esperan también. Lo sé porque los tres miramos hacia el Cerro de los Leones, al este. Somos tres coyotes aullando por dentro, en nuestros corazones.

Entonces se enciende poco a poco un resplandor blanco sobre la oscura cima del cerro. Se intensifica. Aparece un Cachito de Luna que se torna Media Luna y Cuarto Creciente, hasta que se muestra la Luna Llena sobre el árido cerro de roca.
Luna aparece entre un manto de nubes ralas que la intenta esconder. Pero su intenso brillo atraviesa el velo y su luz de plata ilumina la mirada de tres coyotes que la aman. Mi corazón ya no aúlla por ella. Le canta.
