Mi Jardinero Fiel me trajo el reporte cuando desperté. La pajarita que ayer encontró herida y atendió con cuidado, pernoctó en el jardín, descansó y amaneció dando brinquitos por el suelo y los tallos y hojas de las plantas. Extendía sus alas y recuperaba el vigor para volar.
Cuando se sintió observada por él, hizo un vuelo corto de una planta a la veranera bougainvillea para refugiarse entre la maraña tupida de sus tallos y hojas.
Fuimos a observarla juntos. Allí estaba, entre los tallos más altos de la veranera, quieta y en silencio, recuperándose. Era una hembra de zanate nicaragüense, ave normalmente gregaria, sanando en soledad. La dejamos tranquila.
Yo regresé varias veces en el transcurso de la soleada mañana a observarla. Ahí continuaba. Parecía saber que necesitaba serenidad y descanso.
Pero al promediar la tarde, cuando el sol brillaba con vigor, regresé a buscarla y ya no estaba ni en la veranera ni en el jardín. Mi Jardinero Fiel vino a buscarla y tampoco la encontró.
Supusimos que se repuso y voló para continuar su vida natural en libertad. Esa es nuestra esperanza.