La Náyade del Lago Prospect me dio su bienvenida al regresar de la cálida e intensa India y me regaló su gracia en una mañana otoñal.
El sol fulgía en el nítido cuenco azul del cielo. Los verdes, rojos y amarillos del follaje se reflejaban en el espejo del lago calmo. El soplo fresco de la brisa atlántica erizaba pieles, mecía ramas y revolvía hojitas secas. Sentimos la paz del sereno Brooklyn otoñal.
Hoy al atardecer bajé de nuevo al lago. Su superficie reflejaba los rosas y naranjas del ocaso. Cisnes, gansos y patos nadaban apaciblemente. Me hicieron compañía.
La Náyade no estaba en el lago. Pero estaba en mi corazón. Sentí, al mismo tiempo, saudades y agradecimiento.