Nos levantamos al alba y zarpamos poco después de la aurora. Embarcamos en Bahía Drake y navegamos hacia el Parque Nacional Corcovado, contornando la Península de Osa. En el primer tramo atisbábamos a la hermosa Isla del Caño en la distancia, con la esperanza de visitarla algún día para bucear en sus arrecifes.

Nuestra lancha dejó dos pasajeros en la Estación San Pedrillo, sector de ingreso en el extremo noroeste del parque. Pero nosotros continuamos navegando hasta la Estación Sirena. Allí ingresamos a Corcovado.
Durante cinco horas recorrimos sus principales senderos, guiados por el experimentado don Carlos Pacheco, amante de la naturaleza y conocedor de la flora y fauna que habita en el bosque.
Quedé alucinado por la belleza viva de Corcovado, no sólo ese día, sino de por vida. Espero poder regresar algún día. Por ahora, comparto un escueto registro fotográfico: imágenes que son ventanas para la memoria y la imaginación.

