Mi viaje por México se interrumpió de repente, como tantos planes y actividades para millones de personas, cuando tuve que regresar a Costa Rica hace una semana antes de que el Gobierno de este país cerrara fronteras por emergencia sanitaria.
Aunque disfrutaba de México y la vida en aquel país continuaba con relativa normalidad, quería regresar a casa y estar cerca de mi gente amada antes de que se complicara el retorno y rigieran cuarentenas forzadas.
Por dicha, durante mi última tarde tuve tiempo de despedirme de los jacarandas en flor en la Plaza Río de Janeiro, en Colonia Roma. Les agradecí su colorido y la forma en que parecían ofrecer sus ramas y flores al cielo. Observé cómo las florecillas se desprendían y caían, danzando en el aire.
Viajé de improviso, con un pasaje de última hora, pero sin contratiempos. Ingresé a Costa Rica. Llegué a casa de madrugada. Al entrar, vi en el jardín del patio de luz que la orquídea me recibía con diez flores níveas, de corazón morado y dorado, agrupadas en dos ramas distintas. Dormí agradecido y en la mañana salí a saludarlas y contemplarlas.

Hace un par de días se abrió la undécima flor. Así se completó este ciclo de florecimiento veraniego de la planta. Las flores permanecerán abiertas por varias semanas, hasta marchitarse una por una. Y el ciclo vital de la planta continuará.

Para sobrellevar con bienestar el confinamiento en casa y la interrupción de actividades sociales y personales, he procurado observar la continuidad en los procesos naturales alrededor mío; por ejemplo, el florecimiento de la orquídea. La continuidad creativa de Natura Naturans me reconforta.