El fortísimo Sol de Uttar Pradesh nos abrasaba mientras caminábamos por callejones y bazares de Agra con rumbo al Taj Mahal.
Cuando por fin llegamos al umbral de la majestuosa puerta de entrada, vimos cómo refulgía el mausoleo de mármol, con sus bellísimas cúpulas, bajo ese Sol regio.
Mientras nos acercábamos al palacio, apreciamos el contraste del mármol con la verde flora y el celeste del estanque.
Sentimos el viento arreciar, miramos al horizonte más allá del río Yamuna y vimos las oscuras nubes de tormenta acercarse. Nos aproximamos a la maravilla arquitectónica, extasiados por su simétrica belleza, bajo un cielo ya nublado.
Y mientras estábamos en su interior, se desató la tormenta. Después del calor desértico, el frescor del viento y la lluvia nos bendijo. Sentimos un alivio de gloria.
Salimos y escuchamos la gotas golpear las losas de mármol mientras observábamos la lluvia caer y bañar las riberas y el cauce del sagrado río Yamuna.
Cuando amainó el aguacero, ambulamos por las terrazas alrededor del mausoleo bajo la llovizna, con el Yamuna fluyendo ante nosotros. Por un momento místico, el Sol asomó y doró el mármol mojado con su cálida luz.
Ya de vuelta en los jardines floridos, nos cantaron los pájaros su alegría por el agua mientras disfrutábamos nuevas vistas del palacio y las minaretas frontales.
Con esos cantos melódicos deleitando nuestro oído y el frescor del aire tras la lluvia acariciando nuestra piel, contemplamos por última vez el hermoso palacio, nos despedimos de Taj con una reverencia y nos alejamos de nuevo por los callejones y bazares de la caótica ciudad.