Surá es una de las personas de Sibú-Surá, la divinidad dual o bipersonal en la cosmovisión bribri y cabécar. Es la divinidad del inframundo, que crea la vida desde el interior de la tierra, que crea a los seres humanos como semillas de cacao y les hace germinar.
Surá (Terminalia oblonga) es también un árbol del bosque tropical lluvioso y de las riberas de ríos y quebradas en el bosque tropical seco. Se le conoce también como guayabón o guayabo de montaña, supongo que por ser un árbol exfoliante, como el guayabo (Psidium guajava) y el cas (Psidium friedrichsthalium). Es decir, como el guayabo y el cas, el surá pierde la corteza de su tronco, la desecha constantemente.


El surá, habitante del bosque tropical, exfolia para desprenderse de plantas epífitas –como bromelias, orquídeas y aráceas– y otras plantas trepadoras, bejucos y lianas que pueden significarle excesivo peso para su crecimiento hacia el dosel del bosque y que pueden bloquear las lenticelas por las que respira.
Estas características las recuerdo cada vez que camino por los senderos del Parque Nacional Carara y leo la placa informativa junto a un surá de unos treinta metros de altura (podría alcanzar cuarenta y cinco).
Pero en esta caminata, por primera vez quizá, me he detenido a reflexionar sobre el surá. Generalmente voy con ansias de visitar el gran espavel (Anacardium excelsum) en el mismo sendero, cercano a Quebrada Bonita, y observo al surá sin pensar mucho en él. El espavel es un gigante que sí alberga plantas epífitas y gruesos bejucos. Me recuerda a grandes personas que acogen y cuidan a otras, como mi abuelo Hernán o mi amigo JuanPa.
Pero quizá por este momento sociohistórico, en el que tanto se está derrumbando en el ámbito humano, el surá me pareció sabio. Se desprende de lo que le pesa u obstaculiza para para respirar, para vivir, para crecer y llegar al dosel del bosque. Se arraiga bien en la tierra y se lanza hacia el cielo.

Si fuese ser humano, se desprendería de ambiciones materiales, ansiedades, apegos y miedos. La meditación, la oración, la psicoterapia le ayudarían, según sus necesidades personales. Se nutriría de amor, respiraría libertad y crecería junto a las demás personas, lado a lado, sin pesarles ni permitir que le pesen. Se elevaría hacia la luz en el dosel del bosque.
Yo he aprendido mucho ponderando al espavel. Pero esta vez he aprendido al contemplar al admirable Surá de Carara, un nuevo amigo que siempre estuvo allí, aguardándome, para compartirme su sabiduría.
Foto de portada: Base del tronco exfoliante del Surá de Carara.
This post is beautiful and so wise.
LikeLike